Los wantanes de gratitud
Por Isaac Koki Higa
No soy bueno en la cocina, no tengo la suficiente paciencia
y tolerancia para estar frente a los ingredientes y obtener un suculento
plato. Me gusta comer, pero para cocinar
mejor me pido un delivery.
Solo hay un plato que me sale bien, diría hasta muy bien
(modestia aparte). Por alguna razón del
destino, en algún momento durante mis cuarenta años de vida tuve la oportunidad
de aprender a hacer wantanes, que no son necesariamente un plato de comida, mas
parecen un piqueo previo a una cena.
Luego, a lo largo de los años y la práctica, he logrado un
nivel de relativa destreza y, a opinión de mis sufridos comensales, buena
sazón.
Bueno, no es nada el otro mundo, carne de chancho, aceite de
ajonjolí, sal, ajinomoto, huevo, etc.
Todo bien mezclado formando una masa uniforme. Finalmente, con una cucharita, voy colocando
generosamente el relleno en la pasta del wantan y la cierro con agua por los
bordes. La forma de comer es a gusto del
que quiere romper su dieta: sancochados o fritos.
Cada cierto tiempo compro en Plaza Vea todos los
ingredientes necesarios. Me encierro un
par de horas en el comedor y luego los pongo en diversos tapers listos para ser despachados a diferentes puntos de
Lima. Unos cuantos se quedan en casa y
la gran mayoría se van a la casa de mis padres, suegros, hermana y cuñada.
Recuerdo bien lo que me decía mi madre acerca de la forma de
expresar nuestro cariño a los demás.
“Los uchinanchus expresan su gratitud y hospitalidad con bastante
gochizo” me transmitía inconscientemente su conocimiento histórico y lo
demostraba cada vez que tenía una oportunidad.
Mucho de ello hay en el reparto de mis wantanes. Es mi forma de dar las gracias a nuestras
familias, de decirles que los quiero y de expresarles mi amor y respeto. Algunos podrán enviar flores, dar regalos o
ropa. A mí me gusta enviar wantanes en taper.
Estoy agradecido por tanto apoyo recibido, por cuidar a mis hijas, por
cuidar de nosotros, por tantas cosas más que recibimos de todos ellos.
Hasta ahora, quizá por no querer herir mis sentimientos, he
recibido comentarios favorables y halagadores acerca de mi sazón. Nadie ha tenido que tomar posteriormente
digestase (o al menos no me lo han comentado) y a nadie le ha zapateado el estómago.
Es lo único que sé cocinar y soy feliz cuando lo puedo
compartir con mis seres queridos. Es mi
forma muy específica de decirles que los quiero. Ellos los saben y si no lo sabían ahora sí ya
lo saben, son mis wantanes de gratitud.
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